Varios Artistas/ Jazz Colombia


Varios Artistas
Jazz Colombia
MTM
2008
Hace diez años esta compilación habría sido imposible. Antes de 1998 la discografía del jazz colombiano no superaba los diez volúmenes. A pesar de que el género llegó a Barranquilla con tan solo unos años de diferencia luego de convertirse en la música más popular de los Estados Unidos, en Colombia no tuvo mayor repercusión, salvo la influencia que ejerció en la música bailable de Lucho Bermúdez, Pacho Galán y Pedro Laza, entre otros. Sin embargo, el jazz en estas geografías no evolucionó.
Durante las décadas de los setenta y ochenta, a pesar de que un notable número de músicos lo practicaban en una escena vertiginosa como la bogotana, no se grabaron discos. A falta de memoria discográfica, no se sabe qué pasó. Sólo contamos con relatos y nostalgias que, si bien constituyen una forma de narrar y tratar de armar el rompecabezas del jazz colombiano, se quedan cortos frente a la necesidad de saber cómo sonaba y cómo evolucionaba en consonancia con las músicas populares colombianas.
Luego de “Macumbia”, la célebre grabación que Francisco Zumaqué grabara en 1984, algo diferente comenzó a gestarse. Tendrían que pasar doce años para que definitivamente un estilo empezara a tejerse. De la mano de Humberto Moreno, Antonio Arnedo editaría “Travesía”, el primero de cuatro discos que prefigurarían una forma muy particular de hacer jazz donde el ingrediente creativo era la música tradicional. Por fortuna, este mestizaje no se confundió con patriotismo ni mucho menos con falsas posturas caritativas frente a las músicas tradicionales. Se trataba de ir hasta el fondo para saberse contemporáneos y entender, definitivamente, que existía un puente que unía viejas y nuevas sonoridades.
Lo que fuera una intuición hace una década, hoy ya es una realidad. No hubo necesidad de rebuscar grabaciones para hacer esta compilación. De hecho, todavía hay material suficiente para editar otros dos volúmenes. Esto ya dice mucho. Aunque no se ha llegado a la madurez, sí es significativo que en diez años la producción discográfica y los grupos se hayan triplicado. Atrás quedó la excusa de que “no tener apoyo” era el impedimento para hacer una grabación. Hoy en día los músicos colombianos que hacen jazz se están agremiando y, de forma independiente, han sacado discos que desde el diseño, la propuesta sonora y el concepto, dejan entrever una escena prometedora.
Esta es la primera compilación de jazz colombiano en la historia de nuestra música. Aquí se han dado cita músicos que, en su gran mayoría, no sobrepasan los 35 años, algunos incluso, no han llegado siquiera a los 30. Esto significa que estamos frente a una generación a la que aún le queda mucha música por explorar. Nos encontramos ante doce propuestas que han perdido el miedo y se han atrevido a revisar nuestro historial sonoro a través del lenguaje del jazz, sin temor a ser juzgados. Aquí hay riesgo, ingenio, mucho humor y, sobretodo, vitalidad.
Comienza así a escribirse una página inédita en un género todavía incipiente en Colombia. Las generaciones por venir ya no tienen disculpa pues en sus manos queda un documento que habla de una época inaugural. Aunque los aquí presentes tienen “madera” para rato, son las generaciones venideras las llamadas a mantener, explorar y desarrollar aún más este nuevo legado musical.

Sobre los temas y artistas compilados

1. Artificio (Ricardo Gallo)
RICARDO GALLO CUARTETO

Ricardo Gallo (piano), Juan Manuel Toro (contrabajo), Jorge Sepúlveda (batería) y Juan David Castaño (percusión)

Ya va a ser una década desde que Ricardo Gallo abandonó Colombia para adelantar sus estudios musicales en Estados Unidos. Contrario a lo que suele suceder en el auto-exilio, el pianista ha mantenido vivos los lazos con su país a través de la música. Desde “Los Cerros Testigos”, su primera grabación, Gallo dejó en claro que su estilo era ambiguo, unas veces diáfano, otras muy oscuro. Cuidadoso, no se dejó tentar por las ligerezas que a veces suscita la distancia y se dio a la tarea de tejer un entramado musical a medio camino entre Andrew Hill y Germán Darío Pérez. Es allí, en ese punto equidistante, donde podemos ubicar “Artificio”, un tema construido sobre la base de un pasillo chocoano. Los platillos de latón nos dan la clave y el ataque del redoblante nos confirma que estamos en la frontera entre el Chocó y las montañas andinas. A pesar de que casi todo “suena en su sitio”, hay aquí una retorcida nostalgia que no nos deja tranquilos.

2. Fiesta en Corraleja (Rubén Darío Salcedo - Arr. Antonio Arnedo)
ANTONIO ARNEDO
Antonio Arnedo (saxo tenor), Ramón Benítez (bombardino), Jairo Moreno (contrabajo) y Satoshi Takeishi (batería)

Uno de los siete hijos de Julio César Arnedo (según dicen, el clarinetista más poderoso de las sabanas de Bolívar) es Antonio Arnedo. En las frías alturas bogotanas, lejos, muy lejos de Turbaco, población natal de su progenitor, el saxofonista no olvidó el material con el que estaba hilado su pasado musical y, con la nostalgia necesaria para avivar el recuerdo, supo hacer del jazz el vehículo más apropiado para que las músicas de corte tradicional no quedaran sumidas en los mausoleos impenetrables de los folcloristas conservadores. Su exploración significó la ruptura con los modelos convencionales y, alejado de artificios, pudo darle un nuevo sentido al jazz colombiano que por esa época se limitaba a copiar sin mirar adentro. “Fiesta en Corraleja” es un ejemplo de cómo se podía versionar un tema de corte tradicional sin que este perdiera la espontaneidad. El célebre porro de Rubén Darío Salcedo cobró nueva vida gracias también a la inmensa curiosidad de Satoshi Takeishi y la empatía de dos grandes intérpretes como Ramón Benítez y Jairo Moreno. Antes de “Toño” Arnedo nada en el jazz local había sido contundente. Sin duda alguna, abrió el sendero a una generación que una década después empieza a tomar vuelo.

3. Ayer pasé por tu casa (Letra: Iván Benavides / Tradicional. Música: Iván Benavides. Arr. Fernando Tarrés)
LUCÍA PULIDO + FERNANDO TARRÉS & LA RAZA
Lucía Pulido (voz), Juan Pablo Arredondo (guitarra eléctrica), Jerónimo Carmona (contrabajo) y Carto Brandán (batería)

Desde sus inicios al lado de Iván Benavides -con quien conformó a finales de los ochenta un famoso y recordado dueto llamado “Iván y Lucía”-, la cantante Lucía Pulido ha ejercido una importante influencia en las nacientes generaciones de músicos colombianos dedicados a encontrar un equilibrio entre los lenguajes urbanos y los tradicionales. Aunque vive en Nueva York hace más de una década, Lucía tiene muy claro que todo en cuanto a la reinterpretación de la música popular se refiere, está por hacerse. Ha experimentado con diversas tendencias que van desde la música contemporánea (al lado del chelista Erik Friedlander), el bolero y la “música de despecho”, hasta decantar en arriesgadas puestas en escena donde el jazz permite revisar géneros populares sin caer en la obviedad chauvinista. Junto a La Raza, reunión de algunos de los más aventajados intérpretes de jazz en Argentina, liderados por el guitarrista Fernando Tarrés, la cantante planeó un viaje sonoro llamado “Songbook”, trilogía que viajó desde el Pacífico y los Llanos Orientales colombianos hasta las Pampas gauchas.

4. Lo se, las siete, y sale, sol (Juan Sebastián Monsalve)
JUAN SEBASTIÁN MONSALVE TRÍO
Juan Sebastián Monsalve (bajo eléctrico), Adriana Vázquez (piano) y Pedro Acosta (batería)

Al tiempo que dirigía y arreglaba la música de agrupaciones como María Sabina, 1280 Almas y el revolucionario ensamble Curupira, Juan Sebastián Monsalve se involucró en los terrenos del jazz. El azar hizo que una noche de concierto en el extinto local “Tocata y Fuga”, el bajista conociera a Jason Lindner y Jeff Ballard con quienes grabó el álbum “Bunde nebuloso”, uno de los paradigmas de la breve discografía del jazz en Colombia. ¿Qué lo hizo tan relevante? En el mejor sentido de la palabra, supo confundirnos a tal punto de que antiguas formas de la música clásica del norte de la India se mimetizaron dentro de otras provenientes del litoral colombiano. Siete años después, la búsqueda del bajista permanece intacta entre estos dos mundos distantes en espacio pero cercanos gracias a la música. “Lo se, las siete, y sale, sol” está inspirado en un porro palitiao al que se le cruza una tala india. La estructura formal del tema es un espejo, así como su nombre es un palíndromo que evoca un amanecer en las sabanas cordobesas.

5. La Sierpe (María A. Valencia)
ASDRUBAL
Alejandro Forero (guitarra eléctrica), Daniel Restrepo (bajo eléctrico), Marco Fajardo (clarinete), María A. Valencia (saxo alto), Carlos Tabares (trompeta) y Jorge Sepúlveda (batería)

Luego de que a finales de 2004 Asdrubal presentara “La Revuelta”, su primera producción independiente, un camino inexplorado en el incipiente jazz colombiano, vio la luz. “Se trata tal vez del único colectivo que se ha atrevido a adaptar las rítmicas del Caribe y el Pacífico al muy radical estilo free jazz, facción del género que apeló a una total emancipación armónica y rítmica, con todo y las consecuencias que tal independencia pueden traer”. Con estas palabras, Jaime Andrés Monsalve reseñaba la grabación en la revista Cambio, y quizás ya intuía el universo radical donde se posicionaría la música del que, en ese entonces, era un septeto. Después de dos años, consolidados ya bajo un formato de sexteto (a raíz de la partida del pianista Ricardo Gallo a Nueva York), Asdrúbal regresó a la escena con “Habichuela”, álbum en el que el free, el noise y aun el punk, contrastaron con el sosiego de “La Sierpe”, remembranza musical de una cascada ubicada entre Juanchaco y Ladrilleros. Aquí, a pesar de la deformación, hay un 6/8 constante que nos remite directamente al currulao.

6. Danza
(Manuel Borda y Sergio Gómez)
MANUEL BORDA TRÍO
Manuel Borda (piano), Sergio Gómez (contrabajo) y Juan Camilo Anzola (batería)

En el 2001 entró en escena el pianista Manuel Borda. Bogotano de nacimiento, inició sus estudios en la capital y posteriormente viajó a Barcelona donde se nutrió de diferentes elementos como el rock y la electrónica. Antes de involucrarse con estas disciplinas, grabó “Imágenes”, un debut denso, casi poético, en el que Bogotá aparecía gris, caótica y desenfrenada. Alejado de las coordenadas de la música tradicional, más bien emparentado con el sonido europeo del sello discográfico ECM y el legado de grandes pianistas de avanzada como Cecil Taylor y Paul Bley, este disco fue producido por el pianista inglés Michael Caine y participaron Sergio Gómez en el contrabajo y Juan Camilo Anzola en la batería. Como se trató de una sesión abierta, sin mucha premeditación, un ritmo juguetón los tomó por sorpresa. Aunque lo quisieron evitar a toda costa, una cumbia sombría se les coló en la mitad de “Danza”.

7. Tradición
(Julián Gómez)
CAPICÚA
Rodolfo Martínez (piano), Juan Pablo Gonzáles (guitarra eléctrica), Julián Gómez (contrabajo y flauta caucana), Enrique Flower (saxo tenor) y Oscar Julián Osorio (batería)

Con gran pesar vimos como este año (2008) los miembros de Capicúa se atomizaron por el mundo dejando un gran vacío en la escena del jazz nacional. Mientras esperamos que la vida los vuelva a reunir, como algún día lo hizo en las aulas de la Universidad Nacional de Colombia, seguiremos disfrutando “Esencia”, un registro que fue la secuela de varios años de aprendizaje al lado del maestro Antonio Arnedo. Aunque la influencia del saxofonista fue evidente en la consolidación de su sonido, los miembros de Capicúa emprendieron una búsqueda estilística muy personal que los llevó desde la Amazonía y las sabanas cordobesas hasta las frías montañas caucanas donde aun resuenan las viejas chirimías que inspiraron a Julián Gómez para escribir este tema, un nostálgico homenaje a una tierra azotada por la violencia.

8. Cuando Ovejas no era Sucre
(Juan Pablo Uribe)
SAMURINDÓ
Sebastián Cruz (guitarra eléctrica), Trifon Dimitrov (bajo eléctrico), Juan Pablo Uribe (saxo soprano) y Daniel Correa (batería)

La llamada del propietario de un bar fue el detonante para que en el verano de 2005 tres colombianos residentes en Nueva York fueran convocados para jugársela una noche en medio de un jam session. Tal sería la química que fluyó entre los músicos que la azarosa velada resultó un éxito y un año más tarde se convirtió en “Cuando Ovejas”, grabación donde la lejanía no es un impedimento para que resuenen porros, fandangos y cumbias. Bautizada con el nombre de una población colombiana ubicada en el departamento del Chocó, la agrupación está dirigida por el baterista bogotano Daniel Correa. Junto a él, Sebastián Cruz en la guitarra le imprime un deliberado acento funk que hace juego con el desbocado acento pelayero de Juan Pablo Uribe en el saxo soprano. Aquí están otros colombianos en la Gran Manzana que se abren camino sin dejarse ganar por los falsos exotismos.

9. D.P.D. -Danza de los pollos descabezados-
(Iván Altafulla-Bolaefuego)
BOLAEFUEGO
Carlos Pino (contrabajo), Camilo “Carela” Morales (trompeta), José Miguel Vega “El Profe” (trombón) y Andrés Felipe Salazar (batería)

Este cuarteto es una suerte de allstars de la música local. El trombonista es de La 33, el baterista de Curupira, el trompetista de Voodoo Souljah´s y el contrabajista de La Severa Matacera. Sólo una conjunción de esta naturaleza puede producir un sonido tan punzante y aguerrido. En esta macabra danza, escrita por Iván Altafulla, guitarrista de Curupira y uno de los miembros fundadores de la banda, confluyen texturas sonoras tomadas de las bandas pelayeras, el klezmer y las fanfarrias balcánicas. También, en un guiño que revela invisibles correspondencias entre las músicas tradicionales colombianas y el jazz de vanguardia, se cuela la estridencia de Masada, Don Cherry y Ornette Coleman. Hasta el momento no han editado disco, sin embargo se les puede encontrar tocando tres noches a la semana en un pequeño local del centro de Bogotá.

10. Fiesta Guapireña
(Francisco “Pacho” Dávila)
PACHO DÁVILA
Francisco “Pacho” Dávila (saxo tenor), Julián Gómez (contrabajo), Ernesto “Teto” Ocampo (bajo eléctrico) y Pedro Acosta (batería)

Francisco “Pacho” Dávila nació en Cali en 1977. Desde muy joven se trasladó a Bogotá donde pronto se convirtió en una de las figuras más controvertidas de la escena. Entre 2001 y 2006 ha editado tres discos fundamentales para entender el lento proceso del jazz colombiano. En “Canto mestizo”, su segunda grabación, el saxofonista logró encontrar el puente que unía a John Coltrane y Wayne Shorter con José Antonio Torres “Gualajo”, el célebre e influyente intérprete de marimba de chonta. Misteriosamente en “Fiesta guapireña” Dávila no apeló al instrumento de Gualajo; optó por sugerirlo a través del diálogo que durante más de once minutos sostienen el bajo eléctrico y el contrabajo. Aunque generalmente su sonido es estridente, aquí el saxofonista se escucha contenido sin que esto le reste emoción al extenso tema. Suena como si estuviera sentado en la ribera del río Guapi.

11. Pájaro
(Marco Fajardo y Juan David Castaño)
EL VIAJE
Marco Fajardo (clarinete)

Un buen día la Fundación Terapéutica Despierta, encargó al percusionista Juan David Castaño la elaboración de un paisaje sonoro que invitara a la “meditación”. El resultado fue, por fortuna, no una insípida grabación de nueva era sino una sesión de libre improvisación donde adoptó varios formatos inéditos (marimba de chonta y clarinete, electrónica y gaitas, piano y caja vallenata, y clarinete solo) para deconstruir células rítmicas provenientes de las dos costas colombianas. Uno de los invitados a “El Viaje” fue Marco Fajardo. Miembro activo de Cielomama, Asdrubal, Primero Mi Tía, Tangaré y Tumbacatre, el clarinetista (pájaro de largo y lírico aliento) se “despachó” unas sosegadas líneas de chirimía que soñó una madrugada luego de batirse al lado de legendarios maestros en una de esas noches desenfrenadas del Festival Petronio Álvarez.

12. La Colombina
(Juan Diego Valencia)
PUERTO CANDELARIA
Juan Diego “Juancho” Valencia (piano), Andrés Uribe (guitarra eléctrica), Eduardo González (contrabajo), José Tobón (saxo soprano y clarinete), Vladimir Hurtado (trombón) y Juan Fernando Montoya (batería y percusión)

Hace 8 años el pianista Juan Diego “Juancho” Valencia dio vida a uno de los capítulos más significativos del jazz colombiano. Con gran desparpajo y mordaz sentido del humor, Puerto Candelaria se ha involucrado con músicas de marcado carácter popular que durante mucho tiempo han sido relegadas al último puesto del “buen gusto”, víctimas de un infame ataque frontal de segregacionismo clasista. Es el caso de “La Colombina”, un corte que evoca la música guasca, el chucu- chucu y la rumba criolla, pero que también, en un gesto de lúcida ironía, se acerca a los pasillos y los bambucos. Ganadora en 2005 del primer premio a la Composición Original o Inédita de un festival de nuevas músicas colombianas celebrado en ese año, “La Colombina”, es el nombre de una pintoresca vaca que habita las imaginadas geografías de un lugar llamado Puerto Candelaria.

Introducción y notas publicadas originalmente en el librillo interior del disco Jazz Colombia (MTM, 2008)

Las portadas aquí reproducidas remiten al disco donde se editó originalmente cada uno de los temas de esta compilación.

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