Lucas Saboya/ Intemperante




Lucas Saboya

Intemperante
Palos & Cuerdas Producciones
2008
Alguien que lleve por apellido el nombre del municipio donde le regalaron “la cucharita” a Jorge Velosa (el célebre carranguero colombiano) debe tener una buena estrella musical. Nacido en Tunja, Boyacá, Lucas Saboya es un tipo sosegado que habla de su tiple con un cariño casi paternal. Y no es para menos, su “palo” es como una extensión de sus manos que, palabras más, palabras menos, hacen magia. Hace 18 años se inició en la tradición académica de la muy conservadora música andina pero muy pronto supo que las músicas no evolucionan si no se ponen en contacto con el mundo. “Intemperante”, su primera grabación como solista, llega después de una larga carrera junto al trío Palos y Cuerdas con quienes ganó los más relevantes festivales del género, entre ellos el prestigioso Mono Núñez. Con suma ironía, Lucas Saboya titula esta placa para decirnos que el tiple (instrumento paradigmático de las montañas colombianas) desde hace muchas décadas viajo a la ciudad y se convirtió en un instrumento que se mimetiza en el humo de los buses, los interminables atascos vehiculares y las gentes que, afanosas, vienen y van. Esto no significa que “Intemperante” suene esquizofrénico, más bien se aleja del sonido bucólico y se deja llevar por un sugerente color cosmopolita. Junto a invitados de lujo como Germán Darío Pérez (piano), Edwin Colón (cuatro puertorriqueño), Daniel Saboya (guitarra) y Ana María Ulloa (voz), entre otros, Lucas Saboya presenta bellas versiones de clásicos como “Para evitar que se evapore el sueño”, “Todo tuyo” y Guatavita”. Además, se aventura con “Surrungueos y bambucos” y “Suite 40” (para tres tiples y orquesta), dos piezas monumentales donde cualquier duda acerca de su virtuosismo queda despejada.

Tibaguí/Retrato



Tibaguí
Retrato
Independiente
2008

En Nueva York, la ciudad donde resuenan todas las músicas del planeta y donde, por extensión, se vive una extenuante competencia entre artistas, un combo de colombianos con ideas poco convencionales han sobrevivido a la arremetida de la gran bestia y a lo largo de diez años se han ganado espacios bien importantes. Junto a músicos como Lucía Pulido, Edmar Castañeda, Martín Vejarano, Ricardo Gallo, Pablo Mayor y Sebastián Cruz, el guitarrista y bandolista bogotano Alejandro Flórez hace parte de estos auto-exiliados que se la juegan por no caer en los lugares comunes del mercado comercial. Así es como, sin acudir a los exotismos mentirosos, sin disfrazarse con impostados atuendos tradicionales y, lo mejor, sin acudir a la aburridísima frase “Colombia es pasión”, Flórez es quizás uno de los músicos colombianos en la diáspora que mejor ha sabido integrar el lenguaje y los formatos del jazz con un trío típico de música andina colombiana. ¿Qué lo hace diferente? Hay varias razones. Por un lado, gracias al distanciamiento, se puede dar el lujo de interpretar con otros códigos las estrictas reglas que rigen a los bambucos, los pasillos y las guabinas. Por otro, se ha rodeado de músicos procedentes de Argentina (Franco Pinna, Pedro Giraudo) y otro de Brooklyn (Sam Sadigursky) con quienes ha podido darle un color bien universal a estas músicas que ha menudo se han considerado patrimonio exclusivamente colombiano. Lo que fuera un trío al lado de Sebastián Cruz (tiple) y Nilko Andreas Guarín (guitarra) hoy es un sexteto que estrena Retrato, grabación impecable de cabo a rabo que nos remite claramente a ese concepto conocido como “Nuevas Músicas Colombianas”.
Ojo al solo de Franco Pinna en "Cansao" y la conmovedora voz de Lucía Pulido en "Mis Secretos", composición de Flórez quien resuleve con decidida nostalgia un poema de Cruz.

Publicado originalmente en Rolling Stone #56, Octubre de 2008

Nicolás Ospina/Entre Espacios


Nicolás Ospina
Trío
Entre Espacios
PAI

2008

Este es un buen ejemplo de reacción para los que siguen creyendo que la integración latinoamericana se logrará a través del discurso guerrerista. Nicolás Ospina (piano) de Colombia, Julián Montauti (contrabajo) de Argentina y Alejandro López (batería) de Venezuela se conocieron en 2006 en Buenos Aires y pronto iniciaron actividades en la escena de jazz porteña. Para los que pensaron que el debut discográfico de Ospina sería una colección de standars, Entre espacios los puede decepcionar. Aquí nos topamos a un pianista joven con mucho lenguaje que hace rato se alejó de los formalismos del real book. Los nueve cortes de esta placa (todos ellos originales del bogotano) tienen la capacidad de comunicar estados de ánimo que van desde la monotonía de estar parado durante horas en la fila de un banco (“Hay café café”); la nostalgia de un músico colombiano en tierras ajenas (“Aural); la soledad (“Niebla”) o la lucha contra el sueño cuando suena el despertador (“Ya es hora”). En las negras y las blancas Nicolás Ospina es diestro, unas veces meditativo, otras veloz y siempre nos da una sorpresa al final ; esto último no es de extrañar si se tiene en cuenta que otro de sus oficios preferidos es la magia. Aunque no fue grabado ni prensado en Colombia y su autor desde hace ya varios años vive en Buenos Aires, este es uno de los lanzamientos más relevantes de la actualidad jazzística colombiana.

Publicado originalmente en Rolling Stone #56, Octubre de 2008

Jorge Sepúlveda Sexteto/Caída Libre




Jorge Sepúlveda Sexteto
Caída Libre

La Distritofónica/013
2008
Aunque sigue pareciendo poco habitual que sea un baterista quien dirija un ensamble, ya la historia del jazz nos dice que solemos estar equivocados. Desde los difuntos Gene Kruppa, Max Roach y Elvin Jones hasta Ben Perowsky pasando por Bobby Previte, Billy Martin, Andrew Drury y Paul Motian, los bateristas han dejado el mal llamado papel del acompañante para sentarse en el lugar del compositor, el conductor y el arreglista. En el caso colombiano el asunto no va más allá de un par de nombres. Contando las dos grabaciones de Víctor Bastidas , la más reciente de Juan Camilo Anzola, algunos registros perdidos del legendario Plinio Córdoba y otras grabaciones sin publicar de Germán Sandoval, Jorge Sepúlveda es uno de los pocos bateristas en la escena del jazz nacional que se atreve a echarse al hombro un combo, en este caso un tremendo sextet integrado por Adriana Vázquez (voz), Boris Ríos (saxo tenor), Marco Fajardo (saxo alto, clarinete), José David Giraldo (guitarra) y Juan Manuel Toro (contrabajo). Activo en el circuito local desde hace más de diez años, Sepúlveda a cultivado un estilo que se aleja del swing clásico para adentrarse en los terrenos de la libre improvisación, el free, el rock y los lenguajes de las músicas tradicionales provenientes de la dos costas colombianas, sonidos que el baterista logra hacer dialogar con tendencias de avanzada gestando un estilo abierto que deliberadamente reacciona ante los convencionalismos. Resultado de un largo trasegar al lado de agrupaciones notables como Asdrúbal, Primero Mi Tía, Curupira, el trío de Manuel Borda y los cuartetos de Ricardo Gallo y Antonio Arnedo, Jorge Sepúlveda lanza “Caída Libre” su ópera prima en la que se deja ver como un compositor sutil que no se complica la vida. Al contrario, se expresa a través de una serie de inocentes “canciones” en las que hay campo para delirantes riffs roqueros, agresivos ataques de los vientos y líricas oníricas interpretadas cándidamente por Vázquez y Sol Okarina Suárez, una de las muchas personalidades invitadas a la grabación al lado de Juan David Castaño, Germán Sandoval, Carlos Tabares, Pedro Ojeda, Antonio Arnedo, Pacho Dávila y Ricardo Gallo. Los trece temas que componen este debut son una colcha bien tejida por un baterista que hace de su estilo un atractivo juego de niños, condición suficiente para que la música fluya sin demasiadas pretensiones académicas ni estéticas. Como yo la ha hecho al lado de sus otros grupos, Sepúlveda es temerario y se lanza en caída libre, con todo lo que esto significa, en una escena tímida que apenas comienza a reconocer sus artistas.