Desde Bogotá. Músicas invisibles. Videorockolas infinitas. Sonidos revueltos. Viajes en círculo. Comentarios azarosos. Paisajes encontrados. Gastronomía impertinente.
Derechos
Todos los textos que acá aparecen fueron publicados originalmente en Rolling Stone, Revista Número, 91.9 La Revista que Suena, Arcadia, Music Machine, las notas interiores de algunos discos y uno que otro boletín de prensa. Los que no aparecen con cita fueron escritos para este blog. Si usted quiere reproducirlos, hágalo sin pedir permiso. De todas maneras, cite los créditos respectivos.
1. "Don José". Carrera 9 con calle 66. Las papas picadas son compactas y el señor logra hacer una buena combinación con las salsas clásicas -mayonesa, tomate y mostaza. Además, uno puede echar mano de un buen ají en tarrito. Un perro caliente sencillo elaborado con una buena onda indescriptible. Se disfruta por 2000 barras.
Empanadas
1. "Déme otra por favor". Calle 45 con 24. Empanadas caseras de papa con carne desmechada que aparenta ser sobrebarriga. Siempre están frescas y crocantes. Buena variedad de salsas. El ají y el guacamole tienen un buen color y el sabor guarda un agradable equlibrio. Si usted no es bueno con lo picante aquí podrá hacerlo sin temor. Además de ser una perfecta opción para el transeúnte desplatado, el carro queda dentro de una tienda donde venden cerveza y tienen videorockola. Para las personas que gustan de la sencillez de una pola tiendera un viernes antes de ir a un concierto, esta empanada significa mero disfrute. El nombre del carrito no hay necesidad de explicarlo mucho. Sólo péguese una pasadita para quedar enganchado a este manjar que se ofrece por 250 y 500 pesos.
Fritanga
"Cero en conducta". Carrera 5ta en frente de la Luis Ángel Arango.
Edson Velandia & Jardín Infantil La Ronda
Sócrates
Independiente
2007
Edson Velandia, el hijo insurrecto de Piedecuesta, Santander, es quizás uno de los personajes más inquietantes de una generación de músicos cocinados a fuego puro en las agrestes montañas del Cañón del Chicamocha. Junto a la exuberante genialidad de Cabuya, Velandia se despachó líneas de marcado acento montañero como éstas que hoy, después de un poco más de cuatro años, se recuerdan con profunda nostalgia: “Canto de mujer en amoríos/ es su voz aderezada. /Loma puro despejada/ es su risa envilecia y su pecho envenenao. /Y envenena está mi gana de quedármele en el rancho y salir amanecio”. Retirado oficialmente de Cabuya, Edson editó en 2007 “Once rasqas”, un registro inclasificable que dejó perplejo al público por su excentricidad sonora y sus enrevesadas líricas que nos recordaron inevitablemente a León de Greiff: “Se me quiebra la zanca, /Tapáseme la tráquea. /Se me amaña la nigua, /La chingua se me rancia. /Se me espina, /Se me raja la lengua. /Se me adiabla el elkin, /El perro se me manda.”. Aunque reconoce que algo del hiperbólico antioqueño se deja ver en su trabajo lírico, Velandia asegura que letras y músicas tienen un origen coloquial pero no por eso menos elevado. Su padre, el humorista Germán Velandia, es un célebre juglar surrealista que le enseñó todos los secretos de la jerga popular y de la carranga, género de donde deviene su particular estilo sonoro. Curtido en los malabares de la palabra, no es arriesgado afirmar que el santandereano pertenece al privilegiado bando de los bardos y eso lo confirma “Sócrates”, su más reciente placa donde se muestra, al mismo tiempo, temerario, inocente y desbordado. La razón es bien sencilla. Reunió un buen puñado de niños bumangueses del Jardín Infantil la Ronda y los puso a cantar (en lo que imaginamos fue una delirante fiesta) diez canciones no aptas para espíritus racionales y aburridos. En un género difícil como lo es la música infantil, el músico santandereano es ágil y no se viene con ligerezas ni mucho menos con esas empalagosas treguas con las que habitualmente se timan a los niños. Aquí hay un reto de forma y contenido prefigurado desde “La historia de la R”, fábula amorosa donde nos enteramos (grandes y chicos) que la R vino al hombre cuando éste se la pidió prestada a un ratón para así poder enamorar a su hembra De allí en adelante los juegos de palabras no dan concesiones. “Sócrates”, el corte que nombra la grabación, es un trabalenguas donde los niños retan a los más grandes a repetir una serie de disparatados cuartetos construidos a base de esdrújulas: “Sónorico, fantástico, /Échele rábano orgánico, /Préndale máquina elástica, /sírvalo en cántaro mágico y… repítalo”. Prosigue el alucinado viaje con “Fábula” y “Ni más ni menos”, un par de lúdicos equívocos que incentivan el arte de la palabrería: “Si ensancho jeta y cabeza enrosco/ Digo yo rico y suéname rancio/ Digo yo sol y suéname sal”. Inmersas en este onírico paraíso se encuentran “La montaña”, “El Colibrí” y “Moisés”, tres hermosas canciones de cuna que tras su profunda sencillez esconden los secretos más íntimos de ese lugar ya perdido: “La leña que llama al fuego, /Canción que espanta la tempestad. /Las aves que anuncian la noche, /Viento que viene frío, /La piedra donde se sienta Dios, /La calma del caracol”. Apelando a ritmos que van desde la guabina y la champeta, Velandia también involucra el rock con movidas piezas como “Pilas” (descabellado himno optimista) y “Las Tablas”, el momento estelar de esta grabación pues, resuelto a no tomarse muy en serio la educación convencional de rejo y memoria, Edson se inventa una vertiginosa carrilera-punk necesaria para que los niños armen la algarabía y declamen su descabellada aritmética: “La fila de las hormigas,/ Termina donde comienza (…) 7x8 gordo/ 4x2 perfecto/ 5x10 moderno/ 1x1 correcto/ 9x3 cojo/ 4x1000 huraño/ 7x2 redondo/ 100x100 extraño”. Si usted tiene hijos entre los seis y los diez años y desea que no coman entero desde el principio, “Sócrates” será el extraño brebaje que los pondrá a sospechar de todo eso que a diario ven en la televisión, escuchan en la radio y aprenden en el colegio. Incluso los invitará a desafiar socarronamente a la mismísima calavera, espanto milenario conjurado en los versos de una canción: “Cuando venga por estos lares, / Yo le voy a arrancar las muelas. / Pa´que sepa con quien se mete/ La calavera, la calavera”.
Publicado originalmente en Arcadia # 30, Marzo de 2008